domingo, 13 de octubre de 2013

Un día en mi vida...


El sol aún no sale en Guadalajara, me arrastro de mi cama al baño y de ahí a la cocina a preparar el desayuno y un refrigerio. El noticiero en la tele nos cuenta las desgracias más recientes, mientras mi hijo y yo intercambiamos monosílabos para convencernos que un nuevo día ya empezó aunque no parezca. Mi beso en la mejilla de mi hijo lo arroja del auto a la oscura calle que cruza antes de entrar a su escuela. Las luces de los otros autos me ciegan y sigo manejando hasta llegar al gimnasio. Media hora en la caminadora y otro tanto en aparatos con peso, y siento que cumplí con mi conciencia.



La mañana empieza y mientras manejo de regreso a mi casa pienso lo que vamos a comer, si tengo lo que necesito en el refri, el tema que vamos a revisar en clase, los pendientes en el banco, en mi trabajo, los correos que debo mandar y veo el tanque de la gasolina vacío. El agua de la regadera me refresca mientras oigo las bromas de un payaso que habla de política en el radio, y mientras el tiempo transcurre, debo salir a la universidad a una junta con cuatro estudiantes y otra consultora, para planear la siguiente visita a la empresa y los pendientes más urgentes. Al tiempo que estamos compartiendo ideas, un café, fruta, pendientes y soluciones, en mi lap top reviso los correos más urgentes, contesto algunos y reviso el material que usaré en el taller del fin de semana.

De regreso a mi casa con la compra más urgente, mi casa es un refugio del sol y del calor. Con hambre preparo algo fácil mientras tomo un pedazo de queso. La inquietud de Rayo mi perro y los pasos en la escalera anuncian a mi acalorado hijo que llega aventando todo y nos sentamos a comer.


La tarde tapatía transcurre volando entre clases, opiniones, ideas, preguntas, vueltas y prisas, y la noche se anuncia con una luna que tapan las nubes. De regreso subo a mi carro a algún alumno que pide aventón en la salida de la universidad y compartimos pedacitos de nuestras historias que me entretienen mientras lo dejo en alguna avenida.
Mi casa es un refugio donde puedo hacer lo que plazca mezclando obligaciones, diversión, y gritos de mi hijo jugando en línea con sus amigos; mientras los ojos se me empiezan a cerrar obligándome a abandonar computadora, tele, conversación y conciencia. Abandono el mundo mientras Morfeo me abraza,  y  me pregunto si voy en la dirección correcta, si la felicidad es mi camino, si me siento bien y soy útil en el mundo, entro en un agradable zona de recuerdos, ideas, sensaciones y abandono, cargando baterías para comenzar un nuevo día...





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